Vamos a dejar las cosas claras:
Si no puedes ni controlar tu propio cuerpo, ¿qué te hace pensar que tienes lo necesario para dirigir una empresa? ¿Cómo esperas que tus clientes confíen en ti, que tus empleados te respeten o que tus proveedores te tomen en serio si te presentas como un desastre andante?
La disciplina no es algo que puedas fingir con trajes caros o con discursos vacíos. La disciplina se demuestra en el gimnasio, en cada gota de sudor, en cada serie al fallo, en cada repetición de más cuando tu cuerpo te dice que pares.
Un cuerpo débil, flácido y dejado es una declaración pública de tu falta de autocontrol.
¿Quieres que te respeten?
Entonces empieza por respetarte a ti mismo.
No puedes esperar que otros te sigan si eres incapaz de cuidar lo más básico: tu salud y tu fuerza. Un líder fuerte es uno que puede aguantar la presión, tomar decisiones difíciles y resistir los golpes que vienen con dirigir una empresa. Y si tu cuerpo no está a la altura, entonces ya estás perdiendo la batalla.
Los empresarios que entreno lo saben: la mediocridad no tiene lugar en el éxito. Si estás cansado, sin energía, con un cuerpo que da pena, ¿qué te hace pensar que puedes inspirar a otros?
La fuerza física y mental van de la mano. Cuando tienes un cuerpo forjado a base de esfuerzo y sacrificio, no hay decisión que te quede grande.
Así que te lo digo sin pelos en la lengua: si tu cuerpo es una mierda, tu liderazgo también lo es. Y si no estás dispuesto a cambiar eso, mejor sigue siendo un jefe mediocre. Pero si de verdad quieres ser el líder que tu empresa, tus clientes y tus empleados necesitan, es hora de ponerse serio.

Me voy sin rodeos: ¿qué lograrías a mi lado?
Te voy a meter caña, te voy a llevar al límite y te voy a convertir en la bestia que tu empresa necesita. Si estás listo para dejar de ser un lastre y empezar a liderar de verdad, escríbeme. Vamos a transformar tu cuerpo y tu mente para que puedas liderar como se debe.